sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 19#

Cristina entró a la habitación despacio, intentando no hacer ruido. Sus padres estaban fuera, hablando con una enfermera que les daba los detalles de la evolución del chico. Se dio la vuelta al cerrar la puerta y se le cayó el mundo encima. Esa sudadera, esas uñas pintadas tan extravagantemente, esos ojos... Laura.
¿Qué haces tú aquí? —preguntó ella. Tenía cogida la mano de Smith entre las suyas. Cristina comenzó a sentir furia, una ira inmensa, hacia ella.
¿Y tú?
Yo lo conozco desde que eramos unos críos. Repito, ¿que haces tú aquí?
No te importa.
Se levantó y se acercó al oído del chico. Le susurró algo, lo suficientemente bajo como para que Cristina escuchara el susurro pero no lo entendiera. Entonces le besó en los labios. Cristina quiso matarla. ¿Por qué no? Podría coger alguno de los mucho cables que colgaban de las máquinas que tenía a su derecha y enredárselos en el cuello. La ahogaría sin dejar que gritase. Además, nadie la había visto entrar en la habitación, así que solo tendría que ponerse cerca de la puerta y gritar... No, mejor cogería el cable arrodillada a su lado para que no se extrañaran al ver sus huellas. Y tendría tiempo suficiente para relajarse alegando que era amiga suya y que estaba conmocionada.
Volvió a la realidad cuando Smith abrió los ojos. Laura estaba de espaldas, por lo que no lo vió. Pero Cristina si. Se le iluminó la cara. Sonrió todo lo que pudo. Y corrió a abrazarlo.
Se fundieron en un abrazo que demostraba algo más que una simple amistad. Aunque ellos no lo sabían, algo nuevo comenzaba a surgir entre ellos. Algo diferente a todo lo que habían sentido antes. Algo especial, mágico, hermoso. Algo que él no había sentido nunca antes, pero ella... Ella si.
Hace algo más de diez meses, en algún lugar de la playa.
¡Cris!¡Cris estoy aquí!
Cristina giró la cabeza. Allí estaba. Ricardo. Su novio. Que bien sonaba aquello... Su novio... Suspiró y levantó la mano en señal de saludó.
El chico ni siquiera llevaba camiseta. Solamente un bañador de Volcom, unas chanclas negras y una toalla de los simpsons alrededor del cuello. Increíblemente precioso, como siempre.
Se levantó de la toalla y se sacudió la arena que estaba pegada a su piel. Ricardo tiró su toalla al lado de la de ella. La abrazó por detrás y le dijo que la amaba. Ella se giró y lo besó en la mejilla.
Hace mucho calor, ¿no? —dijo él jugando con el pelo de Cristina.
Si, ¿verdad? —respondió ella giñándole un ojo.
Pues... ¡Al agua!
Y, gritando esto, Ricardo cogió a Cristina en brazos y la llevó al agua mientras ella gritaba y se revolvía intentando escapar. Ninguno de los dos podían dejar de reír. Eran felices juntos. Muy felices.
Tonta.
Dime Ricardo —dijo Cristina saliendo del agua y abrazándolo.
Que te quiero.
Y yo a ti... —Pero él no se imaginaba que ella lo quería... Como algo más de lo que eran...
¿Si? —Ricardo le sonrió. Cristina se quedó embobada con esa sonrisa. Ricardo era increíble—. Tengo que contarte una cosa.
¡Dime!
¡Estoy saliendo con Laura!
Laura... ¿Mi amiga?
La misma.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 18#

Ricardo terminó de atarse los cordones de sus nuevos tenis. Unos botines de Adidas blancos y morados preciosos. Además, quedaban de muerte con su nueva chaqueta de Volcom.
Sin prisa, salió de su casa despidiéndose de su madre con un beso en la mejilla. Cerró la puerta y comenzó su rutina de todos los días. Primero, el parque de detrás de su casa. Como todos los días, escribió un nuevo palito en un árbol con una navaja. Un nuevo día que pasaba sin ella. Se agachó y recogió una piedra del tamaño justo, como siempre. Segundo, la vieja puerta de la estación de trenes. Fue hacia la parte izquierda hasta llegar a una rejilla. Besó la piedra y la tiró por dicha rejilla. Por último, se fue a la puerta del Smooy, y esperó una enorme cola para tomarse una granizado de limón que llenó de moras de chuche para que le dieran sabor, como siempre hacía ella.
¿Os parece raro? A él no. Ricardo hacía eso todas las mañanas. Excepto cuando tenía que ir al instituto, que se levantaba temprano y hacía el mismo recorrido pero sin llegar al Smooy. ¿Qué por qué? ¿No está claro? Su primer y único amor siempre hacía eso. Siempre que quedaban iban a uno de esos tres sitios, y él los unió todos en un único camino que solo le servía para acordarse de ella. Recordar tiempos pasados y mejores...
La gente lo miraba con cara rara. Además de hablar de él a sus espaldas. ¿Qué haría un chico con el pelo multicolor y una cresta dando siempre las mismas vueltas? Incluso una vez tuvo que explicarle a un policía que solo hacía eso para recordar viejos tiempos, porque algún vecino desconfiado lo había llamado.
Volvió a su casa con la cabeza gacha y se conectó al Tuenti. No tenía nada. Entonces encendió su Spotify y le dio a la lista de reproducción con el nombre “Elle, ma vie, Cristina”. Comenzó a sonar la canción “Volverte a ver” de Juanes.
Se tiró en su cama y se dispuso a volver a caer en los brazos de Morfeo cuando su móvil sonó. Un mensaje.
Oie pavo, ya casi e llegao a tu casa asiq bajat rapido! Ah! Y no se t olvide el dinero pa pagar el taxi. Tkm!”
¿Ya? ¡Mamá! ¡Alicia ya ha llegado! ¡Dame dinero para pagar el taxi anda...!

sábado, 5 de noviembre de 2011

Capítulo 17#

Aquellos tres días se me hicieron interminables, sin poder moverme de aquella cama y sin poder escuchar la voz de Cristina. Lo único bueno que tuvieron fue que me dio tiempo a pensar. Pensar en qué me estaba pasando con ella.
Al principio, cuando la subí al escenario, pensé que con ella sería una sola noche de pasión y, al día siguiente, si te conozco no me acuerdo, como con todas las demás... Pero, lo reconozco, aquella vez no era así.
Aquella vez, por extraño que sonase viniendo de mi, quería hacer las cosas bien. Llegar a su casa y decirle que me gustaba, y que quería intentarlo con ella...
Un momento. ¿Intentarlo? Smith, ¿qué coño decías? Después de lo de Amaia nunca, jamás, ibas a volver ni si quiera a intentar algo serio con ninguna chica. ¿Y entonces? ¿Por qué esas mariposas en el estómago cuando estaba con ella o cuando me abrazaba? ¿Por qué esa necesidad de ayudarla si estaba en peligro? ¿Por qué le había tenido que pedir a un colega que me dejase alguna ropa para ponerme para verla a ella? Hacía tanto tiempo que no sentía algo parecido...
Pero, lo peor de todo, era que apenas la conocía de nada. ¿Un flechazo? Eso no existía... A lo mejor fue su actitud arrogante delante de Laura y en el escenario lo que ayudó a que me gustara, pero luego, verla tan indefensa con lo de su hermana hizo que algo en mi cambiara.
Si, a pesar de todo lo que había sufrido por culpa del amor antes, volvía a querer intentar algo con alguien... Cristina me empezaba a gustar de verdad.

* * *

Y aquí concluye el cuadro número 154. Por favor, si desea escuchar la historia del siguiente, desplácese hacia su derecha y, al entrar en la siguiente sala, pulse 133.
¡Por fin! —gritó Aurora feliz.
¡Shh!
La pequeña estaba más contenta que nunca. Se acabó la pesadilla de escuchar historias viejas y feas sobre cuadros horribles. Ya había escuchado 67, lo que le dijo su padre que contara para que se fueran a comer.
Además, después de lo que pasó tres días antes, sus padres la habían perdonado y le había prometido llevarla al parque de atracciones un día más.
¡Papi, papi! Ya los he contado, papi. Los 67 justos —dijo la niña abrazando a su padre.
¿Si, cielo? Pues ahora mismo nos vamos a comer.
¡Bien!
En ese momento, Cristina pasó a la misma sala en la que se encontraban ellos. Se unió al abrazo y fue muy bien recibida. Entonces, su padre le susurró que avisara a su madre y que ellos ya iban al restaurante que habían decidido: un italiano llamado “La Trattoria”
La comida transcurrió perfectamente. La familia Salcedo habló sobre temas como los futuros brackets de la pequeña o las nubes que avecinaban lluvia esa tarde. Todo fue perfecto hasta que sonó el móvil de Cristina.
¿Quién es, hija?
Es del hospital... ¿Diga?
¿Señorita Salcedo? —preguntó retóricamente una chica desde la otra línea del teléfono— quería comunicarle que el señor Smith Rodríguez ya ha salido del hospital.
Una enorme sonrisa inundó la cara de Cristina. Una sensación de felicidad increíble le recorrió todo el cuerpo. Un simple “en una hora estoy allí” se escapó de sus labios mientras miraba a su madre y asentía con la cabeza. Y entonces, sin venir a cuento, una pequeña lágrima escapó de uno de sus claros ojos. Una lágrima de felicidad. Una lágrima con la que sus padres se dieron cuenta de que su niña ya no era una niña. La niña se había enamorado.

domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 16#

Fueron las dos peores horas que pasé hasta aquel día. Dos horas de impotencia ante la situación. De sentirme culpable hasta el punto de pensar en mandar a la mierda todas la reglas, pegarle dos guantazos bien dados a esas enfermeras y entrar en aquella habitación sin permiso de nadie. Dos horas en las que Smith no dejó de pasar por mi cabeza.
No entendía por qué, pero necesitaba verlo, abrazarlo, decirle que lo sentía... ¿Qué me estaba pasando? Aquella situación podía conmigo.
Entonces, una de las enfermeras a las que quería partir la cara se acercó a mi.
¿Eres un familiar suyo?
No, soy una amiga, pero no ha venido ningún familiar.
¿Tú venías en la ambulancia verdad? —por su sonrisa, comencé a sospechar que me dejaría pasar, y yo también sonreí.
Si, era yo.
Bien, puedes pasar diez minutos, tiene que descansar.
Poco a poco, me levanté de la silla y fui hasta la habitación 115.
Cuando entré, vi que en la primera cama había un hombre lleno de magulladuras, cortes y moratones por todo el cuerpo, más al fondo, una cortina y, por último, se podía ver la parte de abajo de una cama.
Continué andando y lo vi. Smith estaba en esa cama, tapado hasta un poco por debajo de los hombros, con una bolsa de suero a su izquierda. Llevaba la cabeza y el hombro vendados y la pierna derecha escayolada. Pero estaba consciente, y se extrañó mucho de verme allí.
¿Por qué has venido? A penas me conoces... Y también estabas en la ambulancia, ¿verdad?
Si... —me senté en la silla y me acerqué a él. Sentí como, al mirarle a los ojos, los mios se iban humedeciendo. No soportaba más la presión y comencé a llorar— Ha sido culpa mía Smith... Yo te obligué a buscar a mi hermana y al imbécil ese... Y te cayó la viga encima y...
Shh —dijo él sujetándome de la barbilla y levantándome la cara hacia él—. No es culpa tuya, ¿vale?
Me levanté y lo abracé. No sabía exactamente por qué, pero necesitaba hacerlo. Le había cogido un cariño increíble a aquel muchacho. ¿Por qué? Quizás fue porque gracias a él encontré a mi hermana, quizás fueron sus ojos que seguían atrapándome como ningunos lo habían hecho nunca o quizás fue porque sabía que Laura sentía algo hacia él... Pero no quería que ese abrazo acabara nunca.
Cristina... ¿Sabes cuando saldré de aquí?
Me separé de él y le dije exactamente lo que minutos atrás me había dicho la otra enfermera. Que lo más grabe que tenía era la tibia rota y el corte de la cabeza, o sea, que dos días podría salir de allí.
Sonrió. Se incorporó como pudo y me abrazó. Me abrazó como nunca nadie lo había hecho antes. Y comencé a sentir unas incontrolables mariposas en el estómago. ¿Qué significaba aquello?
Y, justo en el instante en el que mejor me había sentido en mi vida, llegó la enfermera diciéndome que debía irme, que volviera mañana.

lunes, 10 de octubre de 2011

Capítulo 15#

Hace más o menos diez meses.
¿Si? ¿Y entonces que te dijo?
Pues me soltó que nada se podía comparar con mi sonrisa.
¡Dios! Que mono... ¿Dónde se compran tíos así Natalia?
Eran las 11:30 de la mañana, en un martes normal, en el patio normal de cualquier instituto. Dos amigas hablaban animadamente. Eran dos chicas felices. Sin problemas. Hasta que vieron acercarse a una rubia.
Hola Cris... —dijo dicha rubia con la voz temblorosa.
Que te follen —Cristina fue lo más seca e indiferente que pudo con esta respuesta, pero en su cara asomó una pequeña mueca de alegría.
¿Podemos hablar... a solas?
No —dijo mientras su compañera se levantaba—. Natalia, siéntate anda.
Cris, yo me voy con Roberto, ya hablamos en clase.
Cristina vio como poco a poco una de sus mejores amigas se alejaba y como Laura se sentaba a su lado.
Mira Cris, lo siento... Ayer corté con él.
Me suda lo que tú ya sabes.
De verdad que lo siento...
Mira Laura, pasa de mi cara, ¿vale? No quiero volver a verte en la vida —poco a poco, la chica de ojos claros comenzó a alzar el tono de voz. La cosa se ponía fea—. ¿Te parece bien? Me alegro, y si no pues te jodes. ¡Me tienes harta! ¿Por qué, joder? ¿Por qué tuviste que arruinarme la vida y salir con él? ¡Sabías que me gustaba muchísimo! Es más, sabías que estaba enamorada de él.
Tranquilízate Cris...
¡No me tranquilizo! ¡Explícamelo! ¡Ya!
Pues no lo se. Solo se que fui una tonta. Que eras mi mejor amiga y te fallé por estúpida —Los ojos de Laura comenzaron a humedecerse—. Lo siento de verdad. Te repito que ayer corté con él porque no podía seguir con esto. ¡A mi nunca me ha gustado!
Una lágrima calló por la mejilla de la chica. Esa pequeña gota fue el desencadenante de todo lo que vino después.
Una bofetada, millones de insultos, un tirón de pelos, una patada, un puñetazo, dos expulsiones, dos chicas castigadas como nunca... Tres días de vacaciones para cada una.

domingo, 2 de octubre de 2011

Capítulo 14#

Solo podía escuchar el sonido de una sirena. Ese ruido infernal me taladraba sin reparo. Al poco tiempo, pude escuchar unas voces lejanas, muy lejanas. Creo que se estaban peleando...
¡Tiene que dejarme subir!
Solo si es usted familiar.
¡No lo soy, pero estaba delante joder!
Y, otra vez, comencé a marearme.
Me desperté al poco rato, por lo que pude suponer. Ahora, aparte de la sirena, podía notar un vaivén. Eso no me ayudaba mucho con el dolor de cabeza. Las voces lejanas habían desaparecido. Notaba también a alguien cogiéndome la mano. ¿Quién sería?
Poco a poco, sentí la fuerza suficiente como para abrir los ojos. Veía borroso. Creí que la que estaba allí mi madre, pero no podía ser. ¿Para qué?
Poco a poco, la silueta de esa mujer se convirtió en la de una chica, de unos 17 años, quizás menos...
Poco a poco, sentí fuerzas para hablar. Ya veía algo más claro...
Ah...
Solo eso asomó por mis labios. Al mismo tiempo que pretendía pronunciar algo, el dolor de mi cabeza comenzó a ser más y más intenso, me dolía el hombro izquierdo como nunca y apenas sentía la pierna derecha. ¿Qué me había pasado?
¡Smith! Smith, ¿estás bien? —la voz de la chica sonaba preocupada... ¿Me conocería?
Me duele... mucho la ca... joder, la cabeza...
Tranquilízate, has tenido un accidente y ahora vamos de camino al hospital.
¿Qué ha pasa... do?
Una viga en mal estado. Era un edificio antiguo, el más antiguo del parque, y tenía termitas —pude ver como ella comenzaba a llorar— ¡Ha sido culpa mía, Smith! Lo siento muchísimo.
Entonces lo recordé todo. Cristina, Aurora, la cafetería antigua, el cartel, la viga... Todo...
Y volví a perder el conocimiento.
Mientras, en una cola para alguna atracción del parque.
Laura, esta es la gilipollez más grande que has soltado por esa boquita.
Claudia, no seas tan borde conmigo...
Las dos chicas se peleaban por alguna que otra tontería. Sin que ninguna lo esperara, una ambulancia pasó por su lado.
¡Hey! ¿Qué coño? —Gritó Claudia.
Laura se puso blanca. Había sido solo un momento, pero le pareció haber visto a Smith en ese horrible vehículo, que solo podía traer desgracias a la gente que estaba dentro. ¿Qué le podía haber pasado? Su mundo, poco a poco, comenzó a desmoronarse hasta el punto de que una lágrima asomó por su rostro.
En un segundo, decidió lo que debía hacer.
Prima, me voy.
No —comenzó a decir Claudia, que quería subirse a la atracción para la que llevaban quince minutos haciendo cola—, tú te subes aquí conmigo.
Claudia, no me da la gana. Me voy. Ya hablaremos.
Y, sin decir más, saltó la verja y comenzó a correr hasta la salida del parque.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Capítulo 13#


Creo que tengo una idea de dónde podrían estar.
Esas fueron las últimas palabras que dijo Smith antes de que los dos chiquillos salieran corriendo. Corrían por el parque como si la vida les fuera en ello. Él delante. Ella detrás. Cogidos de la mano como si se conocieran de toda la vida.
Entonces el chico se paró delante de un enorme cartel en el que ponía “Coca-cola” en plan antiguo. Cristina, que no sabía que se iban a parar allí, no calculó bien y se chocó con Smith, provocando la caída de ambos.
El tiempo se detuvo. La gente pasaba y pasaba al lado de ellos, pero sin inmutarse de que estaban tirados. Los niños corrían a su alrededor, pero los esquivaban fácilmente sin preocuparse si quiera de por qué estaban allí tirados.
Se miraban a los ojos. Smith sintió de repente una especie de pinchazo en el estómago. No sabía por qué le pasaba esto. El pinchazo pasó a ser algo así como cosquillas. Cosquillas en el estómago. Se sentía imbécil solo de pensar aquella chorrada. Pero, ¿qué le pasaba? ¿Se habría golpeado algo al caer? Ojalá fuera eso, y no lo que realmente pensaba que podía ser.
Cristina, que estaba encima, se volvió a perder en la espesura de los ojos del chico. Eran increíblemente negros. Le encantaban. Y en ese momento recordó a su hermana. Recordó los momentos que habían pasado juntos y se derrumbó. Una lágrima, tímida pero clara, comenzó una carrera desde sus ojos hasta la mejilla de Smith, que miraba a la chica con miedo, ,miedo al no saber el por qué de esa lágrima.
Tienes que encontrarla, por favor, es lo único que te pido.
Y, entre sollozos, la chica hundió su rostro en el pecho del joven, que le prometió al oído cosas que ni él mismo estaba seguro de poder cumplir.
Cuando consiguió que la chica recuperara el aliento se levantaron y le dieron un rodeo al cartel. Allí detrás había una enorme puerta llena de telarañas, pero entreabierta.
¿Estará aquí? Tengo miedo Smith... —dijo Cristina cogida del brazo de Smith y colocándose detrás de él.
Mírame —se giró—. Te prometo... No, te juro que encontraré a tu hermana. Te juro que no descansaré hasta volver a ver su sonrisa, con esa pequeña mella, como en la actuación de esta tarde.
Gracias, no tenías por qué hacerlo, y me has ayudado. Gracias, de verdad.
Y lo abrazó. Él volvió a sentir las mismas cosquillas en el estómago. Imbécil, ¿qué coño le estaba pasando? No comprendía una mierda. Una vieja amiga le habló una vez de algo así como mariposas en el estómago cuando estabas enamorado, o cuando comenzabas a estarlo... ¿Podría ser? No, no podía ser. Había salido con bastantes niñas y con ninguna había sentido nada parecido. Era imposible. Cuando todo esto acabara iría a hacerle una visita a su tío, médico de profesión, que trabaja en el parque.
Se soltó de ella y abrió la puerta del antiguo local. Allí, en medio de todo y sentados en dos sillas estaban dos críos.
¡Aurora!
Cristina corrió hasta su hermana. Las dos se fundieron en un increíble abrazo. Un abrazo que demostraba amor de verdad, del de toda la vida. Aunque todas las hermanas se llevaran mal, ellas no. Se querían. Se querían muchísimo.
Cristina no dejaba de sollozar y de decirle que la quería y Aurora, que le correspondía al abrazo, no dejaba de preguntarse por qué lloraba su hermana.
Entonces, la mayor reparó en el chico que estaba sentado en la silla, mirándola sonrojado.
¡¿Quién cojones eres tú, cabrón?! ¿Qué le querías hacer a mi hermana? —gritó cogiéndolo de la camiseta.
¡Ah! ¡Suéltame! —se quejaba él.
Cris, es Roberto, nuestro antiguo vecino —dijo Aurora tirándole de la camiseta a su hermana.
En ese momento, ella comenzó a entender un poco. Solo era un juego... nada más. Sonrió, sonrió como pocas veces lo había hecho. No sabía por qué, pero tenía ganas de abrazar a Smith. Giró sobre sí misma y corrió hasta donde estaba él.
Y, sin que nadie lo esperara, una viga se rompió y se precipitó hacia uno de ellos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 12#


Oye Roberto, mis papás se van a enfadar conmigo si descubren que estoy aquí.
La chica estaba realmente preocupada por sus padres. Seguro que la estaban buscando como locos.
Hace quince minutos,en los baños de la Warner.
¿Aurora?
Un chico de unos doce años estaba de pie en la puerta del baño de señoras. Llevaba una camisa blanca y azul con un mono vaquero encima. En los pies tenía unas converse azul marino.
¡Roberto!
La pequeña se tiró a los brazos del joven. Eran amigos desde hacía dos años, pero hace dos meses él se había tenido que ir a Getafe por motivos del trabajo de su padre.
¿Qué tal estás? —dijo Roberto emocionado— ¡¿Qué haces aquí?!
Pues que he venido de vacaciones con mis papis y mi hermana —Aurora seguía abrazándolo.
¿Tu hermana también ha venido?
Roberto estaba enamorado de Cristina desde que tenía uso de razón. Muchas veces bajaban juntos a la playa en verano o al parque en invierno. Para él, Cristina era la chica más guapa del mundo. No, del universo entero. Era una diosa, algo inalcanzable para él.
Si, se está montando en una cosa que te sube en dos palos y luego te tiras para atrás y da vueltas y todo —dijo la chica entusiasmada y separándose de él.
Y entonces una idea, fugaz pero clara, pasó por su cabeza.
Tu... ¿Tu hermana tiene novio? —preguntó tembloroso.
No.
¿Y si le damos una sorpresa?
¿Cuál? —Aurora no entendía nada lo que su amigo quería decir.
Mira, ¿qué te parece si nos escondemos y la asustamos un poco?
Aurora se rió, le pareció una idea perfecta.
Entonces, salieron a escondidas del baño y se escondieron en una especie de cafetería que por dentro estaba vacía y llena de polvo y telarañas. Había mesas destrozadas y sillas con tres patas. Las ventanas fueron transparentes en su tiempo, pero ahora no se veía nada del exterior. Al fondo había unas escaleras que subían hasta lo que debió ser un escenario.
Los chicos se quedaron ahí escondidos, sin dejar de vigilar un momento a Cristina y a sus padres.

NA: Perdonad por la tardanza!

jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo 11#


¿Diga?
Smith, ¿eres tú?
Si, ¿tú quién eres?
Cristina.
Esto... ¿La de la fiesta de Carlos?
¿Qué Carlos? ¡No joder! A la que has sacado al espectáculo hace una hora más o menos.
¡Ah! Si... Sabía que me llamarías.
¡No digas gilipolleces, joder! —Cristina había perdido los nervios— ¡Mi hermana ha desaparecido!
¡¿Qué?! —Smith no sabía que decir. ¿Cómo que la hermana de Cristina había desaparecido?
Si... Ella... Joder, entró en los baños y mi padre estaba con nosotras y no nos fijamos en ella y mi madre está desesperada y...
Tranquila, tranquila... A ver, ¿dónde estás?
Estoy en... —Cristina comenzó a sollozar. No podía evitar acordarse de su hermana— En el Stunt Fall.
Estoy allí en dos minutos. No te muevas.
Vale...
Y dile a tus padres que hablen con alguien que trabaje aquí, ¿ok?
Claro, ahora mismo.
Un beso cielo, no te preocupes.
Hasta ahora...
Cristina llegó al lado de su madre, que seguía preguntándole a la gente que si habían visto a su querida hija. La abrazó y le dijo que hablase con alguien de allí. Su madre, sin dejar de llorar, cogió a su padre y entró en una tienda que estaba a poco metros más hacia la derecha.
Entonces, la joven de 16 años se dirigió hasta la cola del Stunt Fall.
No podía dejar de pensar en su hermana. Aurora era una chica preciosa, perfecta. Ella le dejaba dinero siempre que lo necesitaba, la encubría cuando llegaba tarde a clase e incluso cuando una noche se escapó sin que sus padres se dieran cuenta ella la ayudó. Y la quería. La quería mucho.
Entonces Smith apareció detrás de un grupo de guiris. Cris lo reconoció por los ojos. Aquellos ojos negros la dejaron sin respiración solo con verlos. Pero no solo los ojos la hicieron fijarse en él. Tenía el pelo negro también, ni muy largo ni muy corto. Llevaba puesta una gorra hacia atrás negra, con el símbolo de Zoo York en rojo. Un polo negro con los filos rojos y amarillos y unos pantalones pitillos rojos. Llevaba unos tenis de la marca DC negros y blancos.
Cristina, yo soy Smith —el joven no podía evitar estar serio después de lo que la chica le había dicho por teléfono.
Ya lo se —por un momento, dejó de pensar en su hermana para fijarse en aquel sol que tenía frente a ella. Pero rápidamente los rizos de la pequeña volvieron a su cabeza.
¿Cómo?
Tus ojos...
No importa. Ya me lo contarás. Ahora explícame detallada y lo más rápidamente que puedas lo que le ha pasado a tu hermana.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 10#


Papá, papá... —comenzó a pedir la pequeña Aurora.
Dime Aurori —dijo Alfonso cogiendo en brazos a su hija.
Tengo que ir al baño...
¿Si? —él miró a su hija a los ojos sonriendo— Esperamos a que se bajen mami y la pequeñaja y te acompañan al baño.
¡No —la chica se enfadó. Su padre pensaba que tenía tres años, ¡pero ya tenía seis! Podía ir al baño sola, como la pequeñaja—, puedo ir yo sola!
Bueno, mira, allí tienes unos baños. ¡Corre!
¡Gracias papi! —dijo Aurora dándole un beso en la mejilla a su padre y echando a correr.
Alfonso miró como su hija pequeña se metía en lo lavabos del parque. Entonces miró la atracción donde las otras dos chicas de su vida estaban subidas. Justo en ese momento la atracción estaba cogiendo altura. Vio a su mujer con cara de susto y también vio a su hija levantando las manos hacia el cielo. La atracción tardó apenas cinco segundos en salir disparado. Aquel chisme, según Alfonso, daba vueltas y más vueltas hasta que se volvió a subir. Después de unos tres segundos volvió a bajar y dio las mismas vueltas pero al revés.
¡Papá! ¡Esto ha sido increíble!
¿Si pequeñaja? Me alegro de que te haya gustado.
Oye Alfonso —comenzó a decir Neme—, ¿dónde está Aurora?
En el baño, vamos para allá.
No sabía porque, pero Cristina tenía un mal presentimiento. Siempre que sentía algo así se metía las manos en los bolsillos traseros de su pantalón. Un momento, ¿qué era aquello?
En su bolsillo derecho había una pequeña nota. Ella no había metido nunca una nota allí... Además, había comprobado que no llevaba nada en ellos antes de irse de viaje.
En la nota ponía lo siguiente:
Sabes que acabarás llamándome: 693884592. Un besazo, Smith(L)
¿Smith? ¿Quién coño era ese? ¡Oh! ¡Claro! ¡El de la bicicleta! Seguro que le había metido eso allí cuando la ayudó a levantarse. Pero... ¿qué se creía? Por dios... No lo llamaría nunca. O eso pensaba ella...
En ese momento llegaron a los baños. Nemesia entró a los baños. Tres minutos después salió desesperada.
¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está mi pequeña?! —gritó la madre.
Cariño, tranquilízate. ¿No está hay dentro? —Alfonso también se estaba poniendo nervioso.
¡No joder, no está hay dentro!
Su madre se sentó en un banco y se puso a llorar. Cristina se sentó con ella y la abrazó.
Mi niña, mi preciosa niña —sollozaba Nemesia.
Tranquila mamá.
¡No joder! ¡No!
Entonces se levantó del banco, sacó una foto de su hija desaparecida de la cartera y comenzó a enseñársela a todo el mundo preguntando si alguien la conocía.
Cristina empezó a llorar como una niña chica. Su hermana estaba desaparecida. ¡No, por favor! No podía evitar las lágrimas. Veía a su madre preguntándole a todo el mundo si la habían visto y llorando un poco más cada vez que le decían que no. Veía también a su padre apoyado en la pared llorando como nunca.
Cuando tu madre llora sabes la gravedad del asunto, pero cuando tu padre llora sabes que todo está perdido...
¡Un momento! Aún quedaba una cosa, una oportunidad. Si, había que intentarlo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo 9#


La joven de pelo negro se dirigió hasta la “Tienda de chuches del Joker” para comprarle a su prima una bolsa de patatas sabor jamón. ¿Qué por qué le hacía ese recado? Oh, eso no era nada comparado con lo que solía pasar.
Hacerle las redacciones del instituto, comprarle los vestidos, zapatos y bolsos a juego para cada vez que salía, pagarle la entrada a la discoteca, comerse el marrón si descubrían que su carnet era falso, y que en vez de 18 tenía 16 años... Lo típico que hacen las primas entre ellas. O al menos eso pensaba ella.
Cuando salió de la tienda, después de pagar un euro de su bolsillo, llegó hasta donde estaba su prima, sentada en unas escalera bebiendo una litrona de cerveza.
Oye, prima —comenzó a decir Laura— ¿No crees que deberías darme el euro que te he dado para comprarte las patatas?
No —contestó ella secamente.
¡Prima! ¡No seas así!
Pero Claudia siempre era así. Siempre pasaba de Laura por mucho que ella hiciera. Siempre le quitaba a los niños que a ella le gustaban y siempre se dedicaba a joderle la vida.
Soy como me da a mi la puta gana.
Y ahí se quedó aquella conversación.
Desde que se conocieron, las dos chicas se llevaron mal. Claudia sabía que Laura iba a ser un estorbo para ella, pero supo utilizarla lo suficientemente bien como para que le sirviera para algo. Laura sabía que Claudia la iba a tratar mal, pero su prima era alguien... No sabía. ¿Guay? Se juntaba con chicos mayores, que le gustaban a ella, y juntándose con su prima podía conocerlos e, incluso, llegar a liarse con alguno de ellos. Si no le parecía bonico a su prima, claro...
Pero, su prima la había llevado a hacer cosas horribles, como salir con el chico que le gustaba a su mejor amiga... Pero eso ahora no importaba, porque ahora ella era feliz y punto.
Mientras tanto, una chica de ojos claros y su madre hacían cola parea subirse a una atracción llamada Stunt fall.
Mamá, ¡estoy deseando! —decía la joven entusiasmada.
Si hija... yo también...
Nemesia no tenía demasiadas ganas de montarse en aquella montaña rusa. La verdad era que no tenía ninguna gana de montarse en ella. Pero bueno, todo fuera por hacer feliz a su hija...
Su pequeñaja, que ya no era ninguna pequeñaja. Cristina se hacía mayor con el tiempo. Tenía ya 16 años... Seguramente ya bebería de vez en cuando, y quizás incluso hubiese probado los cigarros. Desde hace un mes tenía la sensación de que le faltaban cigarros... ¿Podría ser? Puede que ese fuera el momento preciso para entablar una conversación madre hija en la que Cris le contara algunas cosas...
Chiquitaja...
¿Si, mamá? —respondió ella lo más amablemente que pudo.
¿Qué tal te va con los chicos? —ese podría ser un buen tema para empezar— ¿Te gusta alguno?
No.
Esta vez Cristina fue muy seca. No le quería contar a su madre quien le gustaba o le dejaba de gustar. ¿Para qué? ¿Para que se lo dijera a su padre? No, por ahí no volvía a pasar.
Alguna habrá... —insistió Nemesia.
Pues si, pero no lo conoces. Es alto, con el pelo verde, gris y azul y una cresta.
¿De verdad?
Si. Y no quiero hablar más sobre él.
La descripción de aquel chico le pareció a Cris la mejor manera de que su madre la dejara en paz pero, sin darse cuenta, había descrito a Ricardo... Su Ricardo... Aquel chico que pensaba que estaba completamente borrado de su memoria.

domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 8#


El espectáculo fue perfecto, como siempre. Smith saltó a Cristina varias veces de un lado a otro, e incluso desde los pies hasta la cabeza. Pasó las ruedas por su cabeza... De todo un poco.
Cuando terminó, dejó la bicicleta en la pared y, de un hueco que había en esta camuflado por un grafitti, sacó una pequeña nota.
Entonces se acercó a ella y la ayudó a levantarse. Cuando estuvieron de pie, el joven le metió disimuladamente la notita en el bolsillo trasero del pantalón y, después de hacer esto, le cogió una mano y se la levantó, para que la gente la aplaudiera a ella.
Bueno cielo, las escaleras están por allí —dijo Smith.
Tranquilo, no las necesito.
Entonces ella empezó a correr y, de un salto, superó la valla. Pero no solo eso, antes de caer dio una voltereta en el aire. Todo el público empezó a aplaudir a la joven.
En ese momento, la chica se giró y le guió un ojo. Él sonrió, se dio media vuelta y se dirigió a los bastidores.
Poco a poco, escalón a escalón, Cristina subió hasta su sitio en la pared. Iba inmersa en sus pensamientos.
En un momento del espectáculo, el reflejo del sol consiguió que se viera a través del cristal que cubría los ojos de aquel muchacho. Eran negros, muy negros, tan negros como una noche sin luna ni estrellas. Preciosos, mágicos.
La mayoría de gente prefería unos ojos claros... ¿Por qué? Ella los tiene así y no la han ayudado mucho en el tema chicos... Y encima son muy sensibles, por eso su oculista le ha dicho que tendrá que ponerse gafas dentro de poco... No quería ponerse gafas, no le quedan bien.
Y así, llegó a su sitio y permaneció allí, pensando en aquellos ojos negros, hasta que terminó la actuación. E, incluso después de que acabara, no pudo evitar buscar aquellos ojos en el parque. Pero jamás se imaginaría que los encontraría, y menos de aquella forma.

viernes, 26 de agosto de 2011

Capítulo 7#


Hace casi un año. En una casa cerca de la playa.
Una chica entra en la habitación de su hermana para coger el portátil. Necesitaba saber si él estaría conectado. A lo mejor ya había aceptado su petición de amistad...
¿Qué quién era él? Él era el chico perfecto, el chico ideal, el chico más mágico que jamás pueda existir. Alto, rubio, con los ojos color miel, con un cuerpazo... ¡Uff! Se moría solo de pensarlo.
Usuario: Cristina_Salcedo@hotmail.com
Contraseña:*********
¡Dios! Solo llevaba dos días sin conectarse y tenía el tuenti petado.
2 peticiones de amistad.
2 invitaciones a eventos
1 foto etiquetada
4 fotos con comentarios
Ricardo Suárez Giménez y Julia Domínguez han aceptado tu petición de amistad.
Empecemos por orden... Las peticiones de amistad... Si, las conozco a las dos. Los eventos son las chorradas estas de “Averigua quién te visita”. ¿De verdad sigue habiendo gente que se cree esto? Ignorar.
¡Oh! La foto en la que estoy etiquetada es de toda la clase... Todo el mundo ha comentado diciendo que a buenas horas sube la foto. Esta Blanca... Que bonicos todos.
Una amarga sonrisa apareció en el rostro de la joven cuando se vio en la foto, que tenía ya por lo menos un mes. Allí estaba ella, haciendo el gilipollas con su mejor amigo: Ricardo Suárez. El chico ideal. Si, el de antes...
Como siempre, intentó meterse en su perfil, aun que sabía que era imposible porque lo tenía privado pero... ¡No! ¡Esta vez no! Él había aceptado su petición de amistad. ¡Si! ¡Por fin!
Una alegría inmensa se apoderó de la chica que inmediatamente buscó una canción entre sus carpetas. Waka waka, de Shakira, comenzó a sonar a todo volumen.
Entonces empezó a cotillear todo lo que tenía aquel chico en su tuenti. Tablones, fotos, estados... Todo.
De repente sonó el teléfono de su casa. Se levantó de la cama y se apresuró a cogerlo. Era su mejor amiga, Laura.
Dime cielo —respondió Cristina al teléfono.
Cariño... Tengo una cosa muy fuerte que contarte.
¡Yo también! —siguió ella muy feliz— ¡Richard me ha aceptado en el tuenti!
¡Yo también tengo algo que decirte sobre él!—se notaba una gran alegría en la voz.
¿Si? —Cristina se extrañó. ¿Quizás su amiga había conseguido sacarle quién le gustaba?
Pues si... ¡Estoy saliendo con él!
¿¡Qué!?
Su mundo se vino abajo cuando escuchó esas palabras. ¿Qué había hecho Laura? Pero si ella sabía que estaba enamorada de él. Dios... No podía ser verdad.
¡Si! —gritó Laura emocionada— ¿A qué es genial?
Vete a la mierda, zorra.
Y colgó el teléfono.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 6#


Pues nada cielo, que he venido para que me cojas para tu actuación —dijo Laura con una gran sonrisa en la cara.
Cristina seguía sin poder creérselo. ¿Qué estaba haciendo ella allí? No podía ser... Alguna explicación lógica tenía que tener esto... ¡Mierda! No se acordaba de que esta tenía familia aquí, en Madrid. Dios... ¿No había sitios en Madrid a los que ir que tenía que cruzarse con ella aquí?
Bueno pues... —comenzó a decir Smith sin demasiadas ganas.
¡Hey! —gritó la pequeña Aurora— ¡No es justo! Mi hermana también quería que la sacaras. Y es más guapa que esa fea —dijo sacándole la lengua—. Le daba vergüenza y por eso he levantado la mano yo también.
¡Aurora! —le gritó Cristina a la pequeña. ¿Cómo se le ocurría decir eso? Dios... ¡Que vergüenza!
¿Tú también quieres salir? —Debido al casco, nadie puedo ver la gran sonrisa que se dibujó en su rostro.
Mmm... ¡Si!
Cris, ¿qué haces aquí? —preguntó Laura que se acababa de dar cuenta de quién era esa chica.
Nada —Cristina comenzó a bajar las escaleras y se puso a la altura de Smith, que rápidamente se soltó de la mano de Laura—, solamente salir al espectáculo.
Entonces la chica cogió la mano del ciclista y bajó al escenario junto con él.
Laura se quedó muerta. ¿Por qué coño estaba haciendo esa perra allí, cogida de la mano de su ex-novio y bajando al escenario con él? No lo pensaba permitir. Pero no podía hacer nada... Por ahora.
Mientras tanto, Cristina seguía bajando las escaleras con Smith.
Hola preciosa —comenzó a decir él—, ¿te daba vergüenza llamarme?
¡Já! Solo fue por hacerle la contraria a esa gilipollas.
¿Os conocéis?
Por mala suerte, si...
Bueno, hemos llegado, ahora túmbate en el suelo. Recuerda, no levantes las manos, ni te gires ni nada, ¿vale?
Ok.

martes, 23 de agosto de 2011

Capítulo 5#


Oye Cris... —comenzó a pedir Aurora—¿Yo también puedo levantar la mano?
Claro que si Aurori —respondió su hermana con una sonrisa enorme.
Pero... es que me da vergüenza...
Vale —dijo Cristina agachándose para estar a la altura de su hermana—, ¿qué te parece si levantamos los brazos las dos? ¿Así te seguirá dando vergüenza?
¡No!
Pues, a la de una, a la de dos y a la de... ¡Tres!
Así, las dos hermanas levantaron los brazos a la vez. En cuanto lo hicieron, Cristina notó como alguien la observaba. No, no eran sus padres. No, no eran los tipos raros que estaban a su izquierda. No, no era la mujer que antes le pidió fuego y que ahora se sentaba delante suya. No. El que la estaba mirando era el hombre que conducía la bici.
No, no puede ser...
¡Si! —gritó eufórica Aurora— ¡Viene hacia nosotras!
Poco a poco, sin importar lo que su jefe le diría, Smith subió uno a uno los peldaños de la escalera hasta llegar a la chica de los ojos color mar. Pero, cuando estaba a solo unos pasos de ella, alguien se levantó de su asiento, levantó la mano y, con la otra, agarró al chico por los hombros. Entonces se giró y fue cuando los dos, Smith y Cristina, pudieron observar quien era aquella chica.
¿Laura? ¿Qué... qué haces tu aquí? —preguntó Smith que no salía de su asombro.
Pero más asombrada aun estaba Cris, que no sabía que coño hacía esa puta allí.
NA: Perdonad que esta vez me salió muy corto el capítulo... :( Prometo poner el próximo lo antes posible! ^^

sábado, 20 de agosto de 2011

Capítulo 4#


Dios mamá, aquí no veo una mierda.
Cristina, Aurora, Alfonso y Nemesia entraron diez minutos tarde al espectáculo de Loca Academia de Policía y ya no pudieron encontrar un sitio en el que se viera en condiciones. Además, un pilar enorme les tapaba toda la vista a las chicas.
¡Cristina! —le regañó Alfonso— No vuelvas a hablar así.
Me voy arriba, aquí no se ve nada.
Seguida por su hermana pequeña, la joven subió los escalones hasta la última fila. El pilar seguía tapándole lo que ocurría abajo, donde en ese momento había un joven en una bici haciendo toda clase de acrobacias con ella, así que se movió un poco a la derecha. Se levantó y se apoyó en la pared. Desde allí se veía perfectamente.
El joven que montaba en bici lo hacía realmente bien, pensaba Cristina. Ella apenas sabía montar en bici, así que eso para ella era algo imposible. Aun que la verdad era que le encantaba.
De repente, después de dar un par de vueltas sobre una sola rueda, el joven se bajó de la bicicleta y saltó la valla que separaba las gradas de la zona donde se celebraba aquello. Fue buscando a alguien para hacer su siguiente número y allí la vio.
Era una joven de estatura normal, con el pelo largo recogido en dos trenzas. Sus ojos verdes azulados como el mar se distinguían desde donde él estaba. Lo malo era que estaba de pie al final de las gradas, apoyada en la pared.
Su jefe siempre le dijo que debía de coger a una chica de unas 15 años que estuviera entre la quinta y la octava fila de asientos, lo más centrada posible. Pero no podía dejar escapar esta oportunidad.
Pero seguramente lo echarían, ya estaba avisado.
Docenas de niños y niñas levantaban las manos suplicando ser ellos los elegidos. Todos ellos deseaban salir y formar parte del espectáculo, pero la mayoría de ellos sabían que apenas tenían posibilidades.
Pero, ¿cuánto tiempo hacía que no mantenía relaciones con una chica? A penas se acordaba... ¡Ah, si! Hace dos días...
Y en ese momento, ocurrió.

jueves, 18 de agosto de 2011

Capitulo 3#


Hace tres semanas. En la playa de Monsul, Almería.
Cinco chicas y un joven estaban sentados en la arena, con seis toallas, seis mochilas, una sombrilla y una mesa lleva de comida y refrescos.
Era el santo de una de ellas, y para celebrarlo había ido a una playa especial y habían echado allí el día.
Bueno cari... Perdón porque no te pude traer más regalo que este... —dijo Cris con una sonrisa de oreja a oreja— ¡Toma!
Cristina le ofreció a su amiga Blanca Isabel un paquete con un envoltorio rojo. La chica que celebraba su santo miró a su mejor amiga, sonrió y comenzó a abrir el regalo.
¡No! —gritó la rubia al ver el regalo de su amiga.
¡Si!
¡No, no puede ser!
¡Qué si!
En el paquete había un bikini y unos pantalones de esos con los que te puedes bañar de Vans, la marca preferida de Blanca. Era blanco con un montón de “I Vans” con las letras en negro y el corazón en rosa. Precioso.
Pero Cris, esto te habrá costado un riñón...
Pues si, la verdad —dijo Cristina señalando una pequeña cicatriz que tenía en el costado.
Tonta, eso te lo hiciste en la feria del año pasado.
Y todas comenzaron a reir. Poco a poco todo el mundo le fue dando sus regalos a Blanca, incluso el chico, Roberto, que solo era novio de una de las invitadas le había regalado algo.
Al poco rato, decidieron bañarse otra vez y se lo pasaron estupendamente entre ahogadillas y ahogadillas.
Lourdes, la más joven, tragó mucha agua y Lorena, una rubia de ojos azules, fue la que ganó el juego. Los novios, Roberto y Natalia, simplemente se mantuvieron al margen del juego.
Cuando salieron del agua, a Cristina le entraron muchas ganas de fumarse un cigarrito. Fumaba desde la semana pasada, cuando estuvo cinco días en su pueblo, y ninguna de las que estaban allí lo sabían. Bueno, si, Blanca lo sabía y aun que le había pedido que no se llevase ningún cigarro a su santo, ella no había podido resistir la tentación. Además, tampoco sabía que iba a pasar lo que pasaría.
Cris se acercó a su mochila y sacó su paquete empezado de Cheester.
¿Queréis uno? —dijo ella, inocentemente, con una sonrisa.
Cris, ¿qué coño es eso? —preguntó muy enfadada Blanca.
Un cigarro.
Te dije que no te trajeras.
Pero yo te dije que me iba a traer, que no lo podía evitar.
Y así, poco a poco, la discusión se fue caldeando. Poco a poco las amigas se fueron distanciando. Poco a poco todo estaba acabando.
Hasta que dos de ellas se metieron en la conversación.
Cris, no tienes razón —dijo Lourdes.
Si, porque si en mi cumpleaños te hubieras traído algo... ¡Madre mía! —siguió Lorena.
Perdonad, pero nadie os ha llamado.
Pero nosotras nos metemos.
Pues no os metáis. Y Lorena, tu cumpleaños era en tu casa, no en la playa. Si hubiese sido en la playa a lo mejor también me hubiese llevado.
Pero... —comenzó Blanca, que ya estaba casi llorando.
¡Pero nada! Si no me entendéis, pues muy bien. ¡Iros las tres a tomar por culo! Natalia, Roberto, ¿Nos vamos?
Blanca —dijo Natalia con algo de tristeza en su voz—, lo siento pero nos tenemos que ir con ella.
Ya...
Y ahí acabó todo. Una amistad de cuatro años y otras dos de dos.

N.A.: Este me ha salido un poco más largo! Jejeje! Espero que os haya gustado :) Un beso y comentad! :DD