miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo 9#


La joven de pelo negro se dirigió hasta la “Tienda de chuches del Joker” para comprarle a su prima una bolsa de patatas sabor jamón. ¿Qué por qué le hacía ese recado? Oh, eso no era nada comparado con lo que solía pasar.
Hacerle las redacciones del instituto, comprarle los vestidos, zapatos y bolsos a juego para cada vez que salía, pagarle la entrada a la discoteca, comerse el marrón si descubrían que su carnet era falso, y que en vez de 18 tenía 16 años... Lo típico que hacen las primas entre ellas. O al menos eso pensaba ella.
Cuando salió de la tienda, después de pagar un euro de su bolsillo, llegó hasta donde estaba su prima, sentada en unas escalera bebiendo una litrona de cerveza.
Oye, prima —comenzó a decir Laura— ¿No crees que deberías darme el euro que te he dado para comprarte las patatas?
No —contestó ella secamente.
¡Prima! ¡No seas así!
Pero Claudia siempre era así. Siempre pasaba de Laura por mucho que ella hiciera. Siempre le quitaba a los niños que a ella le gustaban y siempre se dedicaba a joderle la vida.
Soy como me da a mi la puta gana.
Y ahí se quedó aquella conversación.
Desde que se conocieron, las dos chicas se llevaron mal. Claudia sabía que Laura iba a ser un estorbo para ella, pero supo utilizarla lo suficientemente bien como para que le sirviera para algo. Laura sabía que Claudia la iba a tratar mal, pero su prima era alguien... No sabía. ¿Guay? Se juntaba con chicos mayores, que le gustaban a ella, y juntándose con su prima podía conocerlos e, incluso, llegar a liarse con alguno de ellos. Si no le parecía bonico a su prima, claro...
Pero, su prima la había llevado a hacer cosas horribles, como salir con el chico que le gustaba a su mejor amiga... Pero eso ahora no importaba, porque ahora ella era feliz y punto.
Mientras tanto, una chica de ojos claros y su madre hacían cola parea subirse a una atracción llamada Stunt fall.
Mamá, ¡estoy deseando! —decía la joven entusiasmada.
Si hija... yo también...
Nemesia no tenía demasiadas ganas de montarse en aquella montaña rusa. La verdad era que no tenía ninguna gana de montarse en ella. Pero bueno, todo fuera por hacer feliz a su hija...
Su pequeñaja, que ya no era ninguna pequeñaja. Cristina se hacía mayor con el tiempo. Tenía ya 16 años... Seguramente ya bebería de vez en cuando, y quizás incluso hubiese probado los cigarros. Desde hace un mes tenía la sensación de que le faltaban cigarros... ¿Podría ser? Puede que ese fuera el momento preciso para entablar una conversación madre hija en la que Cris le contara algunas cosas...
Chiquitaja...
¿Si, mamá? —respondió ella lo más amablemente que pudo.
¿Qué tal te va con los chicos? —ese podría ser un buen tema para empezar— ¿Te gusta alguno?
No.
Esta vez Cristina fue muy seca. No le quería contar a su madre quien le gustaba o le dejaba de gustar. ¿Para qué? ¿Para que se lo dijera a su padre? No, por ahí no volvía a pasar.
Alguna habrá... —insistió Nemesia.
Pues si, pero no lo conoces. Es alto, con el pelo verde, gris y azul y una cresta.
¿De verdad?
Si. Y no quiero hablar más sobre él.
La descripción de aquel chico le pareció a Cris la mejor manera de que su madre la dejara en paz pero, sin darse cuenta, había descrito a Ricardo... Su Ricardo... Aquel chico que pensaba que estaba completamente borrado de su memoria.

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