domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 16#

Fueron las dos peores horas que pasé hasta aquel día. Dos horas de impotencia ante la situación. De sentirme culpable hasta el punto de pensar en mandar a la mierda todas la reglas, pegarle dos guantazos bien dados a esas enfermeras y entrar en aquella habitación sin permiso de nadie. Dos horas en las que Smith no dejó de pasar por mi cabeza.
No entendía por qué, pero necesitaba verlo, abrazarlo, decirle que lo sentía... ¿Qué me estaba pasando? Aquella situación podía conmigo.
Entonces, una de las enfermeras a las que quería partir la cara se acercó a mi.
¿Eres un familiar suyo?
No, soy una amiga, pero no ha venido ningún familiar.
¿Tú venías en la ambulancia verdad? —por su sonrisa, comencé a sospechar que me dejaría pasar, y yo también sonreí.
Si, era yo.
Bien, puedes pasar diez minutos, tiene que descansar.
Poco a poco, me levanté de la silla y fui hasta la habitación 115.
Cuando entré, vi que en la primera cama había un hombre lleno de magulladuras, cortes y moratones por todo el cuerpo, más al fondo, una cortina y, por último, se podía ver la parte de abajo de una cama.
Continué andando y lo vi. Smith estaba en esa cama, tapado hasta un poco por debajo de los hombros, con una bolsa de suero a su izquierda. Llevaba la cabeza y el hombro vendados y la pierna derecha escayolada. Pero estaba consciente, y se extrañó mucho de verme allí.
¿Por qué has venido? A penas me conoces... Y también estabas en la ambulancia, ¿verdad?
Si... —me senté en la silla y me acerqué a él. Sentí como, al mirarle a los ojos, los mios se iban humedeciendo. No soportaba más la presión y comencé a llorar— Ha sido culpa mía Smith... Yo te obligué a buscar a mi hermana y al imbécil ese... Y te cayó la viga encima y...
Shh —dijo él sujetándome de la barbilla y levantándome la cara hacia él—. No es culpa tuya, ¿vale?
Me levanté y lo abracé. No sabía exactamente por qué, pero necesitaba hacerlo. Le había cogido un cariño increíble a aquel muchacho. ¿Por qué? Quizás fue porque gracias a él encontré a mi hermana, quizás fueron sus ojos que seguían atrapándome como ningunos lo habían hecho nunca o quizás fue porque sabía que Laura sentía algo hacia él... Pero no quería que ese abrazo acabara nunca.
Cristina... ¿Sabes cuando saldré de aquí?
Me separé de él y le dije exactamente lo que minutos atrás me había dicho la otra enfermera. Que lo más grabe que tenía era la tibia rota y el corte de la cabeza, o sea, que dos días podría salir de allí.
Sonrió. Se incorporó como pudo y me abrazó. Me abrazó como nunca nadie lo había hecho antes. Y comencé a sentir unas incontrolables mariposas en el estómago. ¿Qué significaba aquello?
Y, justo en el instante en el que mejor me había sentido en mi vida, llegó la enfermera diciéndome que debía irme, que volviera mañana.

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