domingo, 25 de septiembre de 2011

Capítulo 13#


Creo que tengo una idea de dónde podrían estar.
Esas fueron las últimas palabras que dijo Smith antes de que los dos chiquillos salieran corriendo. Corrían por el parque como si la vida les fuera en ello. Él delante. Ella detrás. Cogidos de la mano como si se conocieran de toda la vida.
Entonces el chico se paró delante de un enorme cartel en el que ponía “Coca-cola” en plan antiguo. Cristina, que no sabía que se iban a parar allí, no calculó bien y se chocó con Smith, provocando la caída de ambos.
El tiempo se detuvo. La gente pasaba y pasaba al lado de ellos, pero sin inmutarse de que estaban tirados. Los niños corrían a su alrededor, pero los esquivaban fácilmente sin preocuparse si quiera de por qué estaban allí tirados.
Se miraban a los ojos. Smith sintió de repente una especie de pinchazo en el estómago. No sabía por qué le pasaba esto. El pinchazo pasó a ser algo así como cosquillas. Cosquillas en el estómago. Se sentía imbécil solo de pensar aquella chorrada. Pero, ¿qué le pasaba? ¿Se habría golpeado algo al caer? Ojalá fuera eso, y no lo que realmente pensaba que podía ser.
Cristina, que estaba encima, se volvió a perder en la espesura de los ojos del chico. Eran increíblemente negros. Le encantaban. Y en ese momento recordó a su hermana. Recordó los momentos que habían pasado juntos y se derrumbó. Una lágrima, tímida pero clara, comenzó una carrera desde sus ojos hasta la mejilla de Smith, que miraba a la chica con miedo, ,miedo al no saber el por qué de esa lágrima.
Tienes que encontrarla, por favor, es lo único que te pido.
Y, entre sollozos, la chica hundió su rostro en el pecho del joven, que le prometió al oído cosas que ni él mismo estaba seguro de poder cumplir.
Cuando consiguió que la chica recuperara el aliento se levantaron y le dieron un rodeo al cartel. Allí detrás había una enorme puerta llena de telarañas, pero entreabierta.
¿Estará aquí? Tengo miedo Smith... —dijo Cristina cogida del brazo de Smith y colocándose detrás de él.
Mírame —se giró—. Te prometo... No, te juro que encontraré a tu hermana. Te juro que no descansaré hasta volver a ver su sonrisa, con esa pequeña mella, como en la actuación de esta tarde.
Gracias, no tenías por qué hacerlo, y me has ayudado. Gracias, de verdad.
Y lo abrazó. Él volvió a sentir las mismas cosquillas en el estómago. Imbécil, ¿qué coño le estaba pasando? No comprendía una mierda. Una vieja amiga le habló una vez de algo así como mariposas en el estómago cuando estabas enamorado, o cuando comenzabas a estarlo... ¿Podría ser? No, no podía ser. Había salido con bastantes niñas y con ninguna había sentido nada parecido. Era imposible. Cuando todo esto acabara iría a hacerle una visita a su tío, médico de profesión, que trabaja en el parque.
Se soltó de ella y abrió la puerta del antiguo local. Allí, en medio de todo y sentados en dos sillas estaban dos críos.
¡Aurora!
Cristina corrió hasta su hermana. Las dos se fundieron en un increíble abrazo. Un abrazo que demostraba amor de verdad, del de toda la vida. Aunque todas las hermanas se llevaran mal, ellas no. Se querían. Se querían muchísimo.
Cristina no dejaba de sollozar y de decirle que la quería y Aurora, que le correspondía al abrazo, no dejaba de preguntarse por qué lloraba su hermana.
Entonces, la mayor reparó en el chico que estaba sentado en la silla, mirándola sonrojado.
¡¿Quién cojones eres tú, cabrón?! ¿Qué le querías hacer a mi hermana? —gritó cogiéndolo de la camiseta.
¡Ah! ¡Suéltame! —se quejaba él.
Cris, es Roberto, nuestro antiguo vecino —dijo Aurora tirándole de la camiseta a su hermana.
En ese momento, ella comenzó a entender un poco. Solo era un juego... nada más. Sonrió, sonrió como pocas veces lo había hecho. No sabía por qué, pero tenía ganas de abrazar a Smith. Giró sobre sí misma y corrió hasta donde estaba él.
Y, sin que nadie lo esperara, una viga se rompió y se precipitó hacia uno de ellos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 12#


Oye Roberto, mis papás se van a enfadar conmigo si descubren que estoy aquí.
La chica estaba realmente preocupada por sus padres. Seguro que la estaban buscando como locos.
Hace quince minutos,en los baños de la Warner.
¿Aurora?
Un chico de unos doce años estaba de pie en la puerta del baño de señoras. Llevaba una camisa blanca y azul con un mono vaquero encima. En los pies tenía unas converse azul marino.
¡Roberto!
La pequeña se tiró a los brazos del joven. Eran amigos desde hacía dos años, pero hace dos meses él se había tenido que ir a Getafe por motivos del trabajo de su padre.
¿Qué tal estás? —dijo Roberto emocionado— ¡¿Qué haces aquí?!
Pues que he venido de vacaciones con mis papis y mi hermana —Aurora seguía abrazándolo.
¿Tu hermana también ha venido?
Roberto estaba enamorado de Cristina desde que tenía uso de razón. Muchas veces bajaban juntos a la playa en verano o al parque en invierno. Para él, Cristina era la chica más guapa del mundo. No, del universo entero. Era una diosa, algo inalcanzable para él.
Si, se está montando en una cosa que te sube en dos palos y luego te tiras para atrás y da vueltas y todo —dijo la chica entusiasmada y separándose de él.
Y entonces una idea, fugaz pero clara, pasó por su cabeza.
Tu... ¿Tu hermana tiene novio? —preguntó tembloroso.
No.
¿Y si le damos una sorpresa?
¿Cuál? —Aurora no entendía nada lo que su amigo quería decir.
Mira, ¿qué te parece si nos escondemos y la asustamos un poco?
Aurora se rió, le pareció una idea perfecta.
Entonces, salieron a escondidas del baño y se escondieron en una especie de cafetería que por dentro estaba vacía y llena de polvo y telarañas. Había mesas destrozadas y sillas con tres patas. Las ventanas fueron transparentes en su tiempo, pero ahora no se veía nada del exterior. Al fondo había unas escaleras que subían hasta lo que debió ser un escenario.
Los chicos se quedaron ahí escondidos, sin dejar de vigilar un momento a Cristina y a sus padres.

NA: Perdonad por la tardanza!

jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo 11#


¿Diga?
Smith, ¿eres tú?
Si, ¿tú quién eres?
Cristina.
Esto... ¿La de la fiesta de Carlos?
¿Qué Carlos? ¡No joder! A la que has sacado al espectáculo hace una hora más o menos.
¡Ah! Si... Sabía que me llamarías.
¡No digas gilipolleces, joder! —Cristina había perdido los nervios— ¡Mi hermana ha desaparecido!
¡¿Qué?! —Smith no sabía que decir. ¿Cómo que la hermana de Cristina había desaparecido?
Si... Ella... Joder, entró en los baños y mi padre estaba con nosotras y no nos fijamos en ella y mi madre está desesperada y...
Tranquila, tranquila... A ver, ¿dónde estás?
Estoy en... —Cristina comenzó a sollozar. No podía evitar acordarse de su hermana— En el Stunt Fall.
Estoy allí en dos minutos. No te muevas.
Vale...
Y dile a tus padres que hablen con alguien que trabaje aquí, ¿ok?
Claro, ahora mismo.
Un beso cielo, no te preocupes.
Hasta ahora...
Cristina llegó al lado de su madre, que seguía preguntándole a la gente que si habían visto a su querida hija. La abrazó y le dijo que hablase con alguien de allí. Su madre, sin dejar de llorar, cogió a su padre y entró en una tienda que estaba a poco metros más hacia la derecha.
Entonces, la joven de 16 años se dirigió hasta la cola del Stunt Fall.
No podía dejar de pensar en su hermana. Aurora era una chica preciosa, perfecta. Ella le dejaba dinero siempre que lo necesitaba, la encubría cuando llegaba tarde a clase e incluso cuando una noche se escapó sin que sus padres se dieran cuenta ella la ayudó. Y la quería. La quería mucho.
Entonces Smith apareció detrás de un grupo de guiris. Cris lo reconoció por los ojos. Aquellos ojos negros la dejaron sin respiración solo con verlos. Pero no solo los ojos la hicieron fijarse en él. Tenía el pelo negro también, ni muy largo ni muy corto. Llevaba puesta una gorra hacia atrás negra, con el símbolo de Zoo York en rojo. Un polo negro con los filos rojos y amarillos y unos pantalones pitillos rojos. Llevaba unos tenis de la marca DC negros y blancos.
Cristina, yo soy Smith —el joven no podía evitar estar serio después de lo que la chica le había dicho por teléfono.
Ya lo se —por un momento, dejó de pensar en su hermana para fijarse en aquel sol que tenía frente a ella. Pero rápidamente los rizos de la pequeña volvieron a su cabeza.
¿Cómo?
Tus ojos...
No importa. Ya me lo contarás. Ahora explícame detallada y lo más rápidamente que puedas lo que le ha pasado a tu hermana.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 10#


Papá, papá... —comenzó a pedir la pequeña Aurora.
Dime Aurori —dijo Alfonso cogiendo en brazos a su hija.
Tengo que ir al baño...
¿Si? —él miró a su hija a los ojos sonriendo— Esperamos a que se bajen mami y la pequeñaja y te acompañan al baño.
¡No —la chica se enfadó. Su padre pensaba que tenía tres años, ¡pero ya tenía seis! Podía ir al baño sola, como la pequeñaja—, puedo ir yo sola!
Bueno, mira, allí tienes unos baños. ¡Corre!
¡Gracias papi! —dijo Aurora dándole un beso en la mejilla a su padre y echando a correr.
Alfonso miró como su hija pequeña se metía en lo lavabos del parque. Entonces miró la atracción donde las otras dos chicas de su vida estaban subidas. Justo en ese momento la atracción estaba cogiendo altura. Vio a su mujer con cara de susto y también vio a su hija levantando las manos hacia el cielo. La atracción tardó apenas cinco segundos en salir disparado. Aquel chisme, según Alfonso, daba vueltas y más vueltas hasta que se volvió a subir. Después de unos tres segundos volvió a bajar y dio las mismas vueltas pero al revés.
¡Papá! ¡Esto ha sido increíble!
¿Si pequeñaja? Me alegro de que te haya gustado.
Oye Alfonso —comenzó a decir Neme—, ¿dónde está Aurora?
En el baño, vamos para allá.
No sabía porque, pero Cristina tenía un mal presentimiento. Siempre que sentía algo así se metía las manos en los bolsillos traseros de su pantalón. Un momento, ¿qué era aquello?
En su bolsillo derecho había una pequeña nota. Ella no había metido nunca una nota allí... Además, había comprobado que no llevaba nada en ellos antes de irse de viaje.
En la nota ponía lo siguiente:
Sabes que acabarás llamándome: 693884592. Un besazo, Smith(L)
¿Smith? ¿Quién coño era ese? ¡Oh! ¡Claro! ¡El de la bicicleta! Seguro que le había metido eso allí cuando la ayudó a levantarse. Pero... ¿qué se creía? Por dios... No lo llamaría nunca. O eso pensaba ella...
En ese momento llegaron a los baños. Nemesia entró a los baños. Tres minutos después salió desesperada.
¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está mi pequeña?! —gritó la madre.
Cariño, tranquilízate. ¿No está hay dentro? —Alfonso también se estaba poniendo nervioso.
¡No joder, no está hay dentro!
Su madre se sentó en un banco y se puso a llorar. Cristina se sentó con ella y la abrazó.
Mi niña, mi preciosa niña —sollozaba Nemesia.
Tranquila mamá.
¡No joder! ¡No!
Entonces se levantó del banco, sacó una foto de su hija desaparecida de la cartera y comenzó a enseñársela a todo el mundo preguntando si alguien la conocía.
Cristina empezó a llorar como una niña chica. Su hermana estaba desaparecida. ¡No, por favor! No podía evitar las lágrimas. Veía a su madre preguntándole a todo el mundo si la habían visto y llorando un poco más cada vez que le decían que no. Veía también a su padre apoyado en la pared llorando como nunca.
Cuando tu madre llora sabes la gravedad del asunto, pero cuando tu padre llora sabes que todo está perdido...
¡Un momento! Aún quedaba una cosa, una oportunidad. Si, había que intentarlo.