sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 19#

Cristina entró a la habitación despacio, intentando no hacer ruido. Sus padres estaban fuera, hablando con una enfermera que les daba los detalles de la evolución del chico. Se dio la vuelta al cerrar la puerta y se le cayó el mundo encima. Esa sudadera, esas uñas pintadas tan extravagantemente, esos ojos... Laura.
¿Qué haces tú aquí? —preguntó ella. Tenía cogida la mano de Smith entre las suyas. Cristina comenzó a sentir furia, una ira inmensa, hacia ella.
¿Y tú?
Yo lo conozco desde que eramos unos críos. Repito, ¿que haces tú aquí?
No te importa.
Se levantó y se acercó al oído del chico. Le susurró algo, lo suficientemente bajo como para que Cristina escuchara el susurro pero no lo entendiera. Entonces le besó en los labios. Cristina quiso matarla. ¿Por qué no? Podría coger alguno de los mucho cables que colgaban de las máquinas que tenía a su derecha y enredárselos en el cuello. La ahogaría sin dejar que gritase. Además, nadie la había visto entrar en la habitación, así que solo tendría que ponerse cerca de la puerta y gritar... No, mejor cogería el cable arrodillada a su lado para que no se extrañaran al ver sus huellas. Y tendría tiempo suficiente para relajarse alegando que era amiga suya y que estaba conmocionada.
Volvió a la realidad cuando Smith abrió los ojos. Laura estaba de espaldas, por lo que no lo vió. Pero Cristina si. Se le iluminó la cara. Sonrió todo lo que pudo. Y corrió a abrazarlo.
Se fundieron en un abrazo que demostraba algo más que una simple amistad. Aunque ellos no lo sabían, algo nuevo comenzaba a surgir entre ellos. Algo diferente a todo lo que habían sentido antes. Algo especial, mágico, hermoso. Algo que él no había sentido nunca antes, pero ella... Ella si.
Hace algo más de diez meses, en algún lugar de la playa.
¡Cris!¡Cris estoy aquí!
Cristina giró la cabeza. Allí estaba. Ricardo. Su novio. Que bien sonaba aquello... Su novio... Suspiró y levantó la mano en señal de saludó.
El chico ni siquiera llevaba camiseta. Solamente un bañador de Volcom, unas chanclas negras y una toalla de los simpsons alrededor del cuello. Increíblemente precioso, como siempre.
Se levantó de la toalla y se sacudió la arena que estaba pegada a su piel. Ricardo tiró su toalla al lado de la de ella. La abrazó por detrás y le dijo que la amaba. Ella se giró y lo besó en la mejilla.
Hace mucho calor, ¿no? —dijo él jugando con el pelo de Cristina.
Si, ¿verdad? —respondió ella giñándole un ojo.
Pues... ¡Al agua!
Y, gritando esto, Ricardo cogió a Cristina en brazos y la llevó al agua mientras ella gritaba y se revolvía intentando escapar. Ninguno de los dos podían dejar de reír. Eran felices juntos. Muy felices.
Tonta.
Dime Ricardo —dijo Cristina saliendo del agua y abrazándolo.
Que te quiero.
Y yo a ti... —Pero él no se imaginaba que ella lo quería... Como algo más de lo que eran...
¿Si? —Ricardo le sonrió. Cristina se quedó embobada con esa sonrisa. Ricardo era increíble—. Tengo que contarte una cosa.
¡Dime!
¡Estoy saliendo con Laura!
Laura... ¿Mi amiga?
La misma.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 18#

Ricardo terminó de atarse los cordones de sus nuevos tenis. Unos botines de Adidas blancos y morados preciosos. Además, quedaban de muerte con su nueva chaqueta de Volcom.
Sin prisa, salió de su casa despidiéndose de su madre con un beso en la mejilla. Cerró la puerta y comenzó su rutina de todos los días. Primero, el parque de detrás de su casa. Como todos los días, escribió un nuevo palito en un árbol con una navaja. Un nuevo día que pasaba sin ella. Se agachó y recogió una piedra del tamaño justo, como siempre. Segundo, la vieja puerta de la estación de trenes. Fue hacia la parte izquierda hasta llegar a una rejilla. Besó la piedra y la tiró por dicha rejilla. Por último, se fue a la puerta del Smooy, y esperó una enorme cola para tomarse una granizado de limón que llenó de moras de chuche para que le dieran sabor, como siempre hacía ella.
¿Os parece raro? A él no. Ricardo hacía eso todas las mañanas. Excepto cuando tenía que ir al instituto, que se levantaba temprano y hacía el mismo recorrido pero sin llegar al Smooy. ¿Qué por qué? ¿No está claro? Su primer y único amor siempre hacía eso. Siempre que quedaban iban a uno de esos tres sitios, y él los unió todos en un único camino que solo le servía para acordarse de ella. Recordar tiempos pasados y mejores...
La gente lo miraba con cara rara. Además de hablar de él a sus espaldas. ¿Qué haría un chico con el pelo multicolor y una cresta dando siempre las mismas vueltas? Incluso una vez tuvo que explicarle a un policía que solo hacía eso para recordar viejos tiempos, porque algún vecino desconfiado lo había llamado.
Volvió a su casa con la cabeza gacha y se conectó al Tuenti. No tenía nada. Entonces encendió su Spotify y le dio a la lista de reproducción con el nombre “Elle, ma vie, Cristina”. Comenzó a sonar la canción “Volverte a ver” de Juanes.
Se tiró en su cama y se dispuso a volver a caer en los brazos de Morfeo cuando su móvil sonó. Un mensaje.
Oie pavo, ya casi e llegao a tu casa asiq bajat rapido! Ah! Y no se t olvide el dinero pa pagar el taxi. Tkm!”
¿Ya? ¡Mamá! ¡Alicia ya ha llegado! ¡Dame dinero para pagar el taxi anda...!