domingo, 2 de octubre de 2011

Capítulo 14#

Solo podía escuchar el sonido de una sirena. Ese ruido infernal me taladraba sin reparo. Al poco tiempo, pude escuchar unas voces lejanas, muy lejanas. Creo que se estaban peleando...
¡Tiene que dejarme subir!
Solo si es usted familiar.
¡No lo soy, pero estaba delante joder!
Y, otra vez, comencé a marearme.
Me desperté al poco rato, por lo que pude suponer. Ahora, aparte de la sirena, podía notar un vaivén. Eso no me ayudaba mucho con el dolor de cabeza. Las voces lejanas habían desaparecido. Notaba también a alguien cogiéndome la mano. ¿Quién sería?
Poco a poco, sentí la fuerza suficiente como para abrir los ojos. Veía borroso. Creí que la que estaba allí mi madre, pero no podía ser. ¿Para qué?
Poco a poco, la silueta de esa mujer se convirtió en la de una chica, de unos 17 años, quizás menos...
Poco a poco, sentí fuerzas para hablar. Ya veía algo más claro...
Ah...
Solo eso asomó por mis labios. Al mismo tiempo que pretendía pronunciar algo, el dolor de mi cabeza comenzó a ser más y más intenso, me dolía el hombro izquierdo como nunca y apenas sentía la pierna derecha. ¿Qué me había pasado?
¡Smith! Smith, ¿estás bien? —la voz de la chica sonaba preocupada... ¿Me conocería?
Me duele... mucho la ca... joder, la cabeza...
Tranquilízate, has tenido un accidente y ahora vamos de camino al hospital.
¿Qué ha pasa... do?
Una viga en mal estado. Era un edificio antiguo, el más antiguo del parque, y tenía termitas —pude ver como ella comenzaba a llorar— ¡Ha sido culpa mía, Smith! Lo siento muchísimo.
Entonces lo recordé todo. Cristina, Aurora, la cafetería antigua, el cartel, la viga... Todo...
Y volví a perder el conocimiento.
Mientras, en una cola para alguna atracción del parque.
Laura, esta es la gilipollez más grande que has soltado por esa boquita.
Claudia, no seas tan borde conmigo...
Las dos chicas se peleaban por alguna que otra tontería. Sin que ninguna lo esperara, una ambulancia pasó por su lado.
¡Hey! ¿Qué coño? —Gritó Claudia.
Laura se puso blanca. Había sido solo un momento, pero le pareció haber visto a Smith en ese horrible vehículo, que solo podía traer desgracias a la gente que estaba dentro. ¿Qué le podía haber pasado? Su mundo, poco a poco, comenzó a desmoronarse hasta el punto de que una lágrima asomó por su rostro.
En un segundo, decidió lo que debía hacer.
Prima, me voy.
No —comenzó a decir Claudia, que quería subirse a la atracción para la que llevaban quince minutos haciendo cola—, tú te subes aquí conmigo.
Claudia, no me da la gana. Me voy. Ya hablaremos.
Y, sin decir más, saltó la verja y comenzó a correr hasta la salida del parque.

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