Hace
poco menos de un años, en una yogurtería de Almería.
Tuve que girarme para
que no notase mis lágrimas que comenzaban a aflorar de mis ojos.
¿Cómo podría contenerlas si Ricardo me estaba contando cómo le
había pedido salir a mi amiga? Bueno, amiga. Con quien yo creía que
era mi amiga...
—Cris, ¿te pasa algo?
—¿Eh? ¡Ah, no! —dije
volviéndome a girar hacia él— Es que se me ha metido algo en el
ojo.
—Cualquiera —empezó
a decir entre carcajadas— diría que es una excusa tonta.
—¡Ya!
Entonces llegó nuestro
turno. Un helado de frutas del bosque con nubes y caramelo para él y
uno de yogurt con lacasitos y dulce de leche para mi. Aún recuerdo
la primera vez que fuimos al Smooy. Solos no, por supuesto. Íbamos
un montón de gente, a las 12 de la noche. Recuerdo que la camarera
nos invitó a un helado a Laura y a mi porque le bailamos la
macarena. Que borrachas íbamos, y que buenas amigas éramos.
Salimos y nos sentamos
en el banco que se encontraba delante de la tienda. No sabía que
decir. Acababa de escuchar que le había pedido estar juntos para
siempre en el paseo marítimo, y que enganchada en dos palmeras había
una pancarta en la que ponía: 'Laura, te quiero, eres mi vida.
¿Quieres formar parte de ella?' Sólo pensarlo me provocaba un
horrible bajón. Llevaban ya un mes y pico, pero yo no lo superaba.
Ni lo superaría nunca.
—A ti te pasa algo
—dijo mirando su helado e intentando pescar una nubecita.
—¿A mi? —intentaba
disimular, pero era casi imposible— Ni en broma, y menos contigo.
Sonrió. Aquella sonrisa
que no podía sacarme de la cabeza. Que no, que me mataba cada vez
que hablaba.
Entonces se acercó y me
abrazó. Dios, que bien olía. Recuerdo un día que, paseando por mi
calle, alguien pasó por mi lado con el mismo perfume que él. Me
senté en un banco a pensar en él y no me levanté hasta tres horas
después. Aquel hombre me tenía totalmente enamorada.
Poco a poco, fue
alejándose de mi. Apoyó su frente en la mía. Nuestras narices se
tocaban y nuestros labios estaban a escasos centímetros. Notaba su
respiración. ¿Era algo agitada? ¿O sólo era mi imaginación? Yo
estaba mirando hacia abajo, jugueteando con mi helado, pero notaba
sus ojos color miel clavados en los míos. ¿Qué pretendía? Estaba
serio, la sonrisa que antes me había dejado embobada había
desaparecido de sus labios. ¿Y si le beso? ¿Y si me besa? ¿Y si
nos besamos? ¿Y si...? ¿Qué estaba diciendo? Estaba con una amiga.
Bueno, ahora ya no era mi amiga... Pero tenía novia. Tenía que
dejar de pensar en él, olvidarlo.
Levanté la mirada,
sonreí y me separé de él, volviendo a mi yogurt helado.
—No todo es lo que
parece.
Me quedé sin
respiración. ¿Qué había dicho? No lo entendía. ¿Qué quería
decir con eso? ¿Qué no quiere estar con ella? ¿Qué me quiere?
O... a lo mejor sabe que me gusta y por eso lo dice...
—¿Qué? —me limité
a preguntar, quizás me aclarase algo...
—Que si nos damos una
vuelta —contestó levantándose y tendiéndome una mano.
—Pero... —¿De
verdad quería saber la respuesta?— Sí, vamos.
Y tomando su mano di el
tema por zanjado, pero esa frase me daba vueltas y vueltas en la
cabeza.
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